El centro cuenta desde hace varios años con una consulta monográfica para esta patología con la que se pretende mejorar la respuesta al tratamiento de estos enfermos crónicos a través de una mejor comunicación con los facultativos
La predisposición genética, junto a otros factores ambientales e inmunitarios y el estrés se perfilan entre las causas de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), una patología que en los últimos años ha registrado una clara tendencia al alza.
En estos momentos, la EII, cuyas patologías más frecuentes se centran en la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, presenta una prevalencia en torno a 87 y 110 casos por cada 100.000 habitantes al año en el país, pero su clara tendencia al alza hace que se estén intensificando esfuerzos en adecuar recursos para el tratamiento de una enfermedad marcada por su carácter crónico.
En esta línea, el Hospital San Juan de Dios de Tenerife cuenta desde hace varios años con una consulta monográfica de enfermedad inflamatoria intestinal, explica su coordinadora y especialista de Digestivo, Marta Soler,con la que se pretende hacer frente al aumento de una enfermedad crónica que exige una atención continuada.
Destaca que, al tratarse de patologías con las que el paciente tiene que convivir toda su vida y que se materializa en forma de brotes, una de las claves para garantizar una rápida respuesta y mejor adherencia al tratamiento viene marcada por una buena comunicación entre médico y paciente, que genere confianza entre ambos y que facilite la atención y el control de síntomas en los momentos de crisis.
Marta Soler explica que tanto la colitis ulcerosa como la enfermedad de Crohn se centran en inflamaciones del tubo digestivo. En el caso de la colitis ulcerosa afecta a la capa más superficial del intestino grueso, lo que provoca diarreas sanguinolentas y mucosidad en las heces, acompañado de dolor abdominal.
Por otro lado, en la enfermedad de Crohn puede estar afectada cualquier parte del tubo digestivo y la inflamación puede llegar a capas profundas. Esto genera, además de las manifestaciones de la colitis ulcerosa, otras complicaciones como fístulas, obstrucciones y problemas de absorción.
La EII combina periodos de brotes, en los que se manifiesta la inflamación, con épocas de remisión. A su vez, provoca otras manifestaciones fuera del intestino, entre las que se encuentran la aparición de enfermedades inflamatorias en los ojos, en la piel y en articulaciones, además de cansancio, debilidad y algunas enfermedades del hígado.
Marta Soler afirma que “la mayoría de los casos tienen afectación leve o moderada, solo tienen síntomas en épocas de brotes y tienen buena respuesta al tratamiento, por lo que su calidad de vida se ve disminuida únicamente en esos periodos”.
No obstante, matiza que existen otros pacientes con enfermedades más severas que pueden tener limitaciones la mayor parte del tiempo, aunque son los casos menos frecuentes y la mejora en los tratamientos y en los cuidados sanitarios ha conseguido que cada vez las condiciones de vida en estos casos sean mejores.
Pese a que el origen de estas enfermedades viene marcado por la conjunción de múltiples factores, Soler explica que los factores psicológicos juegan un papel activo en su inicio y en los brotes de estas enfermedades, lo que obliga a tener en cuenta este aspecto y abordarlo mediante intervenciones psicoterapéuticas para ayudar a la buena respuesta al tratamiento convencional.
A esto, puntualiza, se suma la necesidad de que el paciente entienda su enfermedad, sus síntomas y que se implique en la toma de decisiones en el tratamiento, para que tenga una actitud lo más positiva posible que ayude a una correcta adherencia al tratamiento y se garantice la buena evolución de la enfermedad.
Diagnóstico preciso y precoz
La coordinadora de la consulta monográfica de enfermedad inflamatoria intestinal insiste en que el diagnóstico preciso y precoz es uno de los pilares fundamentales para abordar la enfermedad inflamatoria intestinal. Una clínica completa y detallada junto a otras pruebas adaptadas a cada caso, entre las que se encuentran la analítica de sangre y heces, la endoscopia, la cápsula endoscópica, la ecografía y las pruebas radiológicas son claves para valorar la enfermedad, explica Soler.
La amplitud y complejidad de esta patología obliga a diseñar un tratamiento médico y farmacológico adaptado a cada paciente, que, además, deberá incorporar unos hábitos de vida y dieta saludables, con una alimentación rica y variada, acompañada de una actividad física normal, y en la que se elimine tabaco y alcohol,
El tratamiento, explica, “debe ser precoz para evitar que la enfermedad progrese y evitar que tenga secuelas, además de tratar los brotes cuando esto surja. Esto conlleva habitualmente una terapia crónica con medicamentos seleccionados en función de cada patología y cada persona, que se intensificará en épocas de brotes.
Cuando el tratamiento farmacológico no da resultado y afecta muy negativamente a la calidad de vida del paciente o en el caso de complicaciones graves la cirugía se perfila como otra de las opciones para estos enfermos.
Marta Soler añade que la población con enfermedad inflamatoria intestinal tiene más riesgo de padecer cáncer colorectal que el del resto de la población, aunque, insiste, más del 90% de estos pacientes jamás desarrollarán cáncer. En este caso, un mayor riesgo va unido a la duración de la enfermedad y la extensión de la afectación, así como en los casos en los que se asocia una afectación hepática.
No obstante, señala que existen estrategias ya establecidas de vigilancia en las que se incluyen pautas como la quimioprevención y la realización de colonoscopias para detectar pequeñas lesiones premalignas.