Artículo de opinión: Paciente, Usuario, Cliente Vs Prójimo

La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, institución religiosa sin ánimo de lucro,  considera a la persona asistida como “prójimo” y aboga por promover la cultura de la hospitalidad y la “humanización” de la asistencia
La festividad de San Juan de Dios, que celebramos el 8 de marzo,  en un momento adecuado para reflexionar sobre la labor que viene desarrollando la Orden Hospitalaria desde hace casi cinco siglos, centrada en la dignidad de la persona asistida. Esta persona, enferma o discapacitada, recibe diferentes nombres, paciente, usuario, cliente, etc., que no son neutrales, al contrario, ofrecen una idea bastante aproximada de la cultura de cada centro asistencial, de cada empresa, de cada institución.

La cultura de la Orden Hospitalaria, sus principios y valores, le diferencian en algunos aspectos del resto de proveedores de servicios sanitarios, tanto públicos como privados. Tanto unos como otros afirman que el paciente es el centro del sistema, aunque cada uno con sus matices diferenciales. En nuestra institución se da un hecho singular, porque la persona asistida, enferma o discapacitada, es considerada nuestro “prójimo”. El prójimo se identifica con la persona próxima, cercana, familiar, compañera, vecina, semejante. En este sentido, el Concilio Vaticano II recordaba que cada uno, sin excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente.
La cultura de la hospitalidad ha sido la seña de identidad de nuestra institución desde que San Juan de Dios, tras experimentar en sus propias carnes el rigor del Hospital Real de Granada, dedicara su vida a ofrecer a los enfermos, pobres y desamparados una asistencia digna, respetuosa con el ser humano, para evitar que pudieran ser objeto de las vejaciones que él había recibido. Desde entonces, los hermanos de San Juan de Dios han desarrollado esa labor con esmero, transmitiendo a lo largo de los siglos a todos sus colaboradores los principios y valores de la institución.

A pesar de ello, no estamos exentos de riesgos y ya el Superior General, Pierluigi Marchesi, alertaba hace más de treinta años del peligro de deshumanización de nuestros centros. Con la profesionalización y especialización de los cuidados hemos incorporado a nuestros hospitales y centros asistenciales numerosos profesionales, colaboradores necesarios,  en una medicina cada vez más especializada pero no por ello más humanizada. Efectivamente, en nuestros centros disponemos de grandes profesionales, con enormes conocimientos y habilidades, pero eso no basta, hemos de ser capaces de recibir, de hacer sitio a la persona enferma. Hay que escucharle, conocer sus expectativas, sus esperanzas, su historia, hay que conocer a la persona en su totalidad. Es paradójico, señalaba Marchesi, pero “mientras mejor se atiende la enfermedad menos se atiende a la persona; mientras el desarrollo tecnológico y científico se ha desarrollado siglo tras siglo, el comportamiento humano no ha seguido una línea ascendente. El comportamiento humano no es cuestión de simple herencia, el amor, la capacidad de obrar bien no se hereda, son siempre una conquista”.
Se ha hecho más compleja la asistencia pero también la gestión de los centros. En nuestros hospitales también se habla de pérdidas y ganancias, de eficiencia, de días de estancia, de número de intervenciones, pruebas y consultas, de tecnología, etc, corriendo el riesgo de hablar del paciente en cuanto a elemento garantizador de la economía del centro, pero no del enfermo, de su salud y bienestar. Empleamos demasiado tiempo en estadísticas y balances y pocos minutos para hablar con los pacientes de sus problemas existenciales. Ocupar todo nuestro tiempo en la economía del centro, en la gestión del personal, de las compras, de la administración del hospital es una forma de “pasar de largo ante el hombre”, como lo hicieron el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano (Lc 10:25-37).

Si el enfermo no es el centro del hospital otros ocupan su puesto. El médico, el enfermero, el administrativo, el gestor con frecuencia usurpamos el lugar que corresponde al enfermo. Por eso, todos los que tenemos alguna responsabilidad en un hospital o centro asistencial de San Juan de Dios debemos orientar a cuantos trabajan en él para que consideren a la persona en su totalidad, en todas sus dimensiones (biológica, psicológica, social, espiritual). Es imposible ocuparse de la salud de una persona sin considerarla en su totalidad, sin atender todas sus necesidades.

En nuestros centros los enfermos no deben encontrar solo alojamiento, medios diagnósticos y terapéuticos, debe sentirse como en su hogar, encontrar amor y fraternidad. La misión principal que debemos desarrollar en nuestros centros  es impedir que se pase de largo junto al hombre, impedir la inhumana división entre persona y enfermedad, para seguir manteniendo vivo el carisma de San Juan de Dios.
En nuestros centros debemos demostrar una y otra vez, todos los que allí trabajamos, que tratamos a nuestros pacientes como a nuestro “prójimo”, como a nuestro “otro yo”, y a los nuevos profesionales que se incorporan decirles con nuestro ejemplo “anda entonces, ve y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37).

Juan Manuel De León García - Director Gerente
Hospital San Juan de Dios Tenerife