La directora de Enfermería del Hospital San Juan de Dios de Tenerife pone en valor la profesión Enfermera en un año de atención constante a la pandemia que aún no les ha concedido una tregua.
María del Barrio Pelaz es la directora de Enfermería del Hospital San Juan de Dios de Tenerife, por lo que le ha tocado abordar la pandemia desde la gestión. Conoce la profesión desde todos los ángulos posibles: ha sido enfermera de planta, de quirófano, colabora con la docencia, está empezando en el mundo de la investigación y, ahora, la vive como cargo directivo de este centro de la Orden Hospitalaria.
Hoy es el Día Mundial de la Enfermería y María sostiene que los profesionales “Tenemos mucho que celebrar. Que seguimos aquí, al pie del cañón, que seguimos adelante, que tenemos que seguir trabajando. Ha sido un año durísimo en el que se ha demostrado que la enfermería es vocacional, porque no puede ser otra cosa que vocación, pasión. Una forma de vivir”. Ama su profesión, y por eso afirma que, si volviera a nacer, sería enfermera, porque le apasiona cuidar a los pacientes en el sentido amplio del término. “Tú les cuidas, les curas, acompañas; pero ellos te hacen ser mejor persona, te enriquecen el alma”, explica.
El papel de la enfermería en los centros hospitalarios desde que llegó la pandemia ha sido vital. “Los auxiliares y enfermeros han estado ahí 24 horas al día, cada día, con turnos de 12 horas enfundados en unos EPIS imposibles que los deshidrataban, cuya puesta y retirada ya era, en sí mismo, un trabajo”. La directora de Enfermería de San Juan de Dios asegura que cualquier enfermera de planta se ha convertido en la familia de los pacientes. Hay que tener en cuenta que se han restringido las visitas de los familiares, “quienes son la medicina para el alma de los enfermos”, pero también quienes complementan parte de los cuidados del paciente durante una hospitalización, porque muchos colaboran en el aseo, la alimentación, etc. Pero no estaban. Y estas tareas también han recaído íntegramente en el personal de enfermería. “Los voluntarios de San Juan de Dios, cuya labor es siempre excepcional, tampoco podían hacer ese apoyo de acompañamiento presencial, porque no son sanitarios y también se restringieron sus visitas. Pero ahí estábamos nosotros”, apunta.
Esa asistencia y esos cuidados entraban también en el plano anímico y psicológico, porque los pacientes covid que permanecen conscientes, además de la propia enfermedad, suelen librar otra batalla en paralelo: el miedo. “Nos hemos acercado a ellos en el abordaje de la enfermedad, pero también en el de su angustia vital. Y este era y sigue siendo un propósito fundamental para nuestros equipos”.
Todo esto pasa factura a nivel emocional, porque trabajan con personas. Por eso, María del Barrio relata que “cuando acabas el turno, te llevas sus caras a casa, sus lágrimas y sus sonrisas de agradecimiento. También te llevas la del paciente por el que has luchado hasta el final y no ha podido recuperarse. Y esto no es fácil gestionarlo siempre”.
El miedo no ha sido el peor sentimiento. María explica que su preocupación se centra en su personal, “los hemos querido cuidar al máximo en todo momento, porque son nuestra responsabilidad”, y añade que claro que han podido sentir miedo a contagiarse y contagiar, “pero recuerdo a una enfermera que me dijo «no tengo miedo, porque no tengo porque tenerlo. Tengo los equipos y sé cómo he de hacer mi trabajo. No cabe el miedo». Y es cierto. Antes que al covid, le temo a la normalización de esta realidad, a cómo la sociedad está naturalizando que centenares de muertos diarios no sea una cifra alarmante. Estamos viendo como algo normal que se estrellen dos aviones a diario en nuestro país”. Por eso, María hace un llamamiento a la responsabilidad compartida: “Afortunadamente la mayor parte de la sociedad nos agradece nuestro compromiso y nuestro trabajo, pero cuando ves las imágenes de las fiestas, te das cuenta de que hay otros sectores que no están siendo responsables. Te da mucha rabia, porque lo estás dando todo para cuidar y salvar vidas, y luego ves las reuniones de muchas personas en las calles, sin mascarillas, sin distancias, y piensas que no es justo. Aplaudirnos a las ocho de la tarde era bonito, nos llegaba. Pero necesitamos que ese agradecimiento se refleje en la responsabilidad de estos sectores, porque ahora, con esos comportamientos, nos están tirando del balcón hacia abajo. ¿Cuánta gente ha muerto ya? ¿Cómo que no pasa nada?”.
A pesar de todo, la capitana de la Enfermería del Hospital San Juan de Dios resurge como el ave Fénix porque no puede permitirse la desmotivación, porque su trabajo consiste en insuflar ánimo y coordinar a su equipo. Y en este, su día, lo que quiere es poner en alza el valor de la gratitud “hacia la Enfermería de todos los centros y, particularmente, hacia mi equipo en el Hospital San Juan de Dios, a enfermeros y auxiliares. Mi gratitud y mis ánimos, porque son fundamentales. Y mi gratitud, también, para la gran mayoría de ciudadanos que se protegen y, con ello, nos cuidan. Para un día como hoy, la gratitud”.