La logopeda del Hospital san Juan de Dios de Tenerife Miryam Mederos ofrece recomendaciones útiles para el cuidado del aparato fonador, sobre todo para aquellos profesionales que hacen de este su principal herramienta de trabajo.
La voz es el principal instrumento a través del que se establece la comunicación y es también la principal herramienta de trabajo en numerosas profesiones como las relacionadas con la enseñanza, profesionales del derecho, comerciales, cantantes, atención al público, teleoperador, etc. Son estos profesionales quienes deben conocer cómo cuidar el aparato fonador para así no sufrir incomodidades ni dolencias relacionadas con el mal uso del mismo.
El tabaco, el humo, el alcohol, las comidas y bebidas demasiado frías o calientes son factores que desde siempre conocemos como enemigos de una voz limpia y cuidada. Sin embargo, intervienen otros elementos que pueden perjudicar nuestras cuerdas vocales, como el hecho de no mantener un control postural correcto que haga el cuello y la cara sufra tensiones. La logopeda de la unidad de rehabilitación temporomandibular del Hospital San Juan de Dios de Tenerife, Miryam Mederos, explica que una buena y relajada postura de nuestro cuerpo contribuye a la claridad y el descanso vocal. Además, explica que “cuando no hay más remedio y tenemos que elevar un poco el tono de la voz, la mejor manera de no dañar las cuerdas vocales es hacerlo con el máximo apoyo abdominal para reducir esa tensión cervical”.
El carraspeo es otra contraindicación para una buena salud vocal. “Si sentimos la necesidad de hacerlo, es preferible toser de forma suave para despejar la garganta”, indica la especialista del San Juan de Dios. Mederos explica que un golpe, producido por un traumatismo vocal como pueden ser un grito, toses o carraspeo con las cuerdas vocales muy rígidas puede dañar las cuerdas vocales. También pueden resultar muy perjudiciales en este sentido los sobreesfuerzos, hacer un uso de la voz excesivo y con pocos descansos o el rozamiento anormal por el cierre incompleto de las cuerdas vocales.
Utilizar un tono y volumen adecuado sin llegar nunca a chillar ni tampoco a susurrar, no intentar superar el ruido ambiental al hablar o beber unos dos litros de agua durante toda la jornada serán también medidas para el cuidado del sistema fonatorio.
Los trastornos de la voz suelen iniciarse con la fatiga, al final de la jornada de trabajo, o después de pasar cierto tiempo hablando, y suelen desaparecer con el descanso. Pero la logopeda advierte que tener que recurrir al reposo habitualmente tras un trabajo vocal intenso es, posiblemente, un signo de mal funcionamiento del sistema. Por ello, si alguien padece ronquera a menudo, dificultades en la fluidez de la expresión o alteraciones como nódulos, pólipos, molestias o difonías persistentes, cambios en el tono de la voz o dificultad para entonar una canción, debe acudir a la consulta de un profesional. “Muchos de estos hábitos saludables de los que hemos hablado se pueden adquirir con entrenamientos dirigidos por logopedas, ya que somos los especialistas que evaluamos, diagnosticamos y rehabilitamos los problemas, disfunciones o trastornos que se producen en la comunicación, el habla, la voz, la deglución y la audición”, explica Miryam Mederos.
Especial cuidado para los voz de los docentes
Los profesores y maestros son los profesionales que sufren en mayor medida los daños en el sistema fonador a causa del uso prologado de la voz en las aulas. Es por ello que son los profesionales que deben estar más atentos a su salud vocal.
“Los docentes deben tener claro que todos los movimientos para transmitir la voz se deben realizar en máximo equilibrio, de forma que puedan hablar con facilidad y con el menor gasto de energía posible”, explica la especialista, que recomienda que los profesores aprendan técnicas de proyección vocal para hacerse oír sin tener que subir el tono de voz.
Mederos aconseja a los docentes servirse de sonidos alternativos para llamar la atención del alumnado, como palmadas o timbres. Además, apunta trucos que pueden usar para mantener el silencio en las clases sin levantar la voz, como dar golpes melódicos sobre la mesa, apagar y encender la luz del aula o gesticular, de manera que parezca que estamos hablando mientras los alumnos miran al profesor. “La reacción más habitual es el silencio, por lo que fijan la atención en lo que se les quiere decir”.
Otro de los consejos específicos para este colectivo profesional es el empleo de tizas redondas frente a las cuadradas, ya que estas últimas generan más polvo y, en consecuencia, resecan más la garganta.